El éxito teatral HIGH [Alto] De Matthew Lombardo sigue volando alto en los espacios de Trasnocho Cultural, con las actuaciones de Christian McGaffney, Carlota Sosa, Luis Fernández y Rafael Romero.
“HIGH es el espejo en el que no queremos mirarnos, pero que no tenemos otra alternativa que encarar”.
Luis Fernández, actor y director de HIGH [Alto].
Acerca del montaje teatral de
Matthew Lombardo.
Luis Fernández, actor y director de HIGH [Alto].
Acerca del montaje teatral de
Matthew Lombardo.
“Todos tenemos una adicción”. Bajo esta premisa se estrenó el pasado 20 de enero el controversial y aleccionador montaje teatral HIGH [Alto], basado en el texto original de Matthew Lombardo, una producción de Mimí Lazo dirigida por Luis Fernández que llega a las tablas del Teatro Trasnocho Cultural con una propuesta vanguardista y -en el mejor sentido de la palabra- revolucionaria. A sala llena y con funciones completamente agotadas los días viernes y sábado, a las 10:00pm y el domingo a las 8:00pm, cada noche se desarrolla esta fascinante y estremecedora obra, cuyo ritmo vertiginoso conduce al espectador por un carrusel de emociones diversas que no dejan lugar al tedio ni a la dispersión, ya que su trama envuelve de principio a fin. Aún cuando se desee volar alto, muy alto, la tentación, al final de cuentas, no siempre termina bien…
Las actuaciones de la dupla McGaffney-Fernández son de primer nivel. La simbiosis entre los dos actores, aunado al talento y fuerza de Carlota Sosa constituyen, sin duda, un deleite para los sentidos (incluyendo el sexto sentido, la intuición). Sus diálogos, crudos y desgarradores, sin maquillaje ni adornos, -como es la vida en muchos aspectos-, transcurren como dardos punzo-penetrantes que se enquistan en lo más profundo del ser, alborotando los cimientos de la conciencia, ya que es imposible ver este montaje sin sentir ni un ápice de solidaridad ni compasión ante el drama de Andy, un drogadicto homosexual cuyo sórdido pasado asalta su espacio vital para hacerle presa fácil de sus múltiples adicciones.
Producto de un embarazo no deseado, Andy creció con un ambiente insano como patio de recreo: el burdel de su madre prostituta, siendo testigo presencial del “oficio” desplegado por su progenitora, hábito que le hizo perder la inocencia, para luego traladar a su precaria existencia, siendo sodomizado por un cliente del bar en que se desarrolló, para reproducir el esquema, años más tarde, con niños indefensos a los que sometía a sus bajos instintos, con el infortunio de cometer un exceso que se convertiría en su Espada de Damocles: de víctima paso a ser victimario, cometiendo un crimen que pesará sobre sus hombros y le hará comportarse erráticamente, con las previsibles -pero no deseadas- consecuencias que el caso amerita.
Huyendo de su pasado, aparece en su vida el Padre Miguel (Luis Fernández), quien surge como especie de Mesías Salvador. El sacerdote se vincula con Andy más allá de lo meramente cristiano, y el sagrado mandamiento que reza: ‘Amarás (y ayudarás) a tu prójimo como a ti mismo’, deviene en un vínculo homo-afectivo y erótico entre ellos que se pone de manifiesto, trazando una delgada línea roja entre la asistencia y la sobre-protección. Andy, sobrino del cura, es confinado a la sacristía, despacho en el cual la carga burocrática y las líneas de mando clericales se enfrentan al poder de la ley y la justicia pisándole los talones del deber ser y el querer pretender.
La acertada selección del vestuario y los colores utilizados (amarillo, blanco, gris, plateado y negro), combinado con la soberbia decoración profusa en persianas, lámparas high tech, paredes graffiteadas con consignas contundentes, aunado a la música incidental y la banda sonora, como el tema Creep, de Radiohead (Pablo Honey/1993), la deslumbrante escenografía y las luces en juegos de sombras y claroscuros, son dignas de un buen guión cinematográfico.
El rol, interpretado por Christian McGaffney, se pierde de vista por su excelente y asertiva caracterización de un junkie (adicto) neo-punk en decadencia y al desnudo –literalmente hablando-, que arrastra no sólo su equipaje de culpas, sino sus frustraciones y demonios, los cuales danzan con él en un ritual macabro, suerte de espiral autodestructiva en la cual se ve envuelto, y de la que tendrá una negada escapatoria.
Fernández, suerte de Némesis de McGaffney, se amalgama perfectamente para conformar una de las parejas actorales más convincentes de los últimos tiempos. Su rol del Padre Miguel se divorcia diametralmente de la recordada y celebrada interpretación como Maestro de Ceremonias de CABARET, El Musical (Teatro Teresa Carreño / Magno Producciones / Nov-2010*Abril-2011) desmontando los clichés sobre la figura sacerdotal, llevándola a un plano más terrenal y cercano, con ribetes profanos que harían escandalizar a los sectores más ortodoxos de la institución eclesiástica, pero que se justifica plenamente, de acuerdo al contexto de la obra.
Por su parte, Christian, quien logra deslindarse del rol de Marvin Taylor en Actos Indecentes, de Moisés Kaufman (Palo de Agua Producciones/ Teatro Escena 8/ 2010) como el joven y tierno mancebo que recibe regalos y favores, en fiestas y visitas a hoteles de primera por parte de Oscar Wilde. Esta vez se muestra desvariante, irónico, sarcástico, deslastrado de prejuicios y tabúes, sexualmente rapaz y voraz, desesperado y profundamente temeroso, al punto de elevar a su personaje a un nivel “high, a volar en un mar de constelaciones” McGaffney dixit.
El histrión antes mencionado forma parte de la nueva generación de actores venezolanos con calidad de exportación, de la talla de un laureado Edgar Ramírez, por sólo citar un claro ejemplo. Christian McGaffney sigue en su línea reivindicatoria ante el público y a sí mismo, emprendida luego de su accidentada e interrumpida incursión como protagonista en el dramático de Mónica Montañés Harina de Otro Costal (Venevisión/2010). A diferencia de la tele, que le ha dado nombre pero no le ha hecho honor a su incuestionable talento, el teatro, sin lugar a dudas, le sienta bien… ¡20 puntos!
Andy (McGaffney), expresa en una de sus intensas líneas, cual si fuera una sentencia condenatoria, la lapidaria frase “Yo no tengo remedio” ante la Hermana Helena, una monja heterodoxa que encarna en la piel de Carlota Sosa, y que tuvo su cuota de sacrificio y vicio en el pasado, del cual, por fortuna, pudo salir airosa y victoriosa, aún cuando no escapa a la condenación y reproches que esos mismos demonios pueden eventualmente reclamarle en el presente.
Sosa, quien confesó en entrevista publicada por la revista ESTAMPAS, del diario El Universal, que tras cada función queda “exhausta”, dada la carga emocional y energética que demanda el exigente papel de la heterodoxa Hermana Helena, resuelve con solvencia y propiedad su muy humana y atípica religiosa, logrando que uno se identifique irremediable con ella. ¡Bravo, Carlota!
DIVERSOMAGAZINE.COM les recomienda asistir a los espacios del Trasnocho Cultural a disfrutar de esta excepcional puesta en escena que nos coloca a la vanguardia del teatro hispanoamericano. Mimí Lazo y Luis Fernández se anotan otro acierto con HIGH [Alto], sumando laureles a una hoja de vida profesional inmaculada. ¡Enhorabuena!
Muchas de las fotos son cortesía y propiedad de www.alteatrosi.com y lamentablemente no estamos en los créditos
ResponderBorrarMuchas gracias Carlos.
ResponderBorrarUn abrazo,
Ma. Fernanda Pérez
Prensa Trasnocho Cultural.
Listo! Agregado el crédito de www.alteatrosi.com. Desconocía que Uds. eran autores de las fotos. Mis respetos y siempre a la orden.
ResponderBorrarCarlos Medina
RR.PP, Redactor y Reportero Gráfico de
www.diversomagazine.com